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El cuarto protocolo es una película de suspense inglesa de 1987, dirigida por John Mackenzie y protagonizada por Michael Caine y Pierce Brosnan. Está basada en la novela El cuarto protocolo de Frederick Forsyth.
Del Blog "notas de cine":
El Cuarto Protocolo es la adaptación de la novela homónima de Frederick Forsyth, publicada durante los últimos años de la Guerra Fría aprovechando la revitalización de la paranoia antisoviética durante la era Reagan. La película fue dirigida en 1987 por John MacKenzie (uno de tantos artesanos cinematográficos ingleses), y cuenta con Michael Caine y Pierce Brosnan como protagonistas principales. Se trata de un thriller de espionaje sobre un agente del KGB (Brosnan) que recibe órdenes de un oscuro superior para cometer un atentado nuclear contra una base americana en Inglaterra. Al mismo tiempo, las investigaciones de un agente del MI5 (Caine) le llevarán a descubrir la trama de los agentes rusos, y a tratar de impedirla antes de que sea demasiado tarde.
Como ya hemos visto, la trama de El cuarto protocolo, tanto la novela como la película, guarda bastantes paralelismos con la de otra adaptación de una novela de Forsyth, la mítica ‘Chacal’ que dirigiera Fred Zinnemann en 1973. Los parecidos no quedan únicamente en la premisa y estructura, sino que la caracterización de los personajes y algunas de sus acciones son prácticamente las mismas en ambas películas. Sin embargo, Zinnemann contó con un excelente actor protagonista, Edward Fox, para retratar a Chacal, el refinado, gélido y amoral asesino a sueldo capaz de asumir varias identidades de manera creíble, así como de seducir a quien haga falta, y además asesinarle si es preciso (faltaría más, claro), con tal de lograr su objetivo. Sin embargo, Pierce Brosnan no tiene ni de lejos los matices suficientes como actor para interpretar adecuadamente un personaje como el suyo, el cual también tiene que infiltrarse en un país extraño haciéndose pasar por un nativo normal y corriente.
El irlandés se muestra casi siempre inexpresivo, incluso cuando tiene que interactuar con la gente corriente, utilizando el estereotipo de agente ruso que hemos visto durante toda la vida en el cine. Por un momento, parece que estemos viendo a un primo de Iván Drago, el boxeador-villano de otra ‘gloriosa’ cinta de la era Reagan, ‘Rocky IV’. Aún así, Brosnan sigue teniendo algo inquietante que le permite irónicamente salir sin demasiada vergüenza del paso. Bueno, eso y una cierta cualidad trágica del personaje, que aflora tímidamente de vez en cuando, y que contribuye a darle un pelín de la entidad que Brosnan le niega con su actuación.
Lo cierto es que podríamos pensar que esta rigidez por parte del Pierce Brosnan es consecuencia del cambio de imagen que el actor intentaba dar tras su paso por la serie ‘Remington Steele’. Quizá también se tratase de un ‘desquite’ tras haber tenido que rechazar el papel de James Bond para ‘007: alta tensión’ por sus compromisos con la citada serie. De hecho, tras ‘El Cuarto Protocolo’ mucha gente se convenció de que Brosnan era la elección perfecta para interpretar al mítico agente inglés. Afortunadamente para el irlandés, su nueva y definitiva oportunidad le llegaría ocho años después.
Michael Caine, por su parte, da vida a un personaje con inevitables reminiscencias de Harry Palmer, el otro agente secreto inglés que el londinense interpretó para el cine en una trilogía de películas de los años 60, y que retomó en dos secuelas tardías ya en la década de los 90. Por tanto, no es de extrañar que Caine se encuentre como pez en el agua en esta película, interpretando a un personaje más relacionado con el mundo de la calle que con los ambientes glamourosos de James Bond, como demuestra la escena (algo innecesaria, la verdad) en que Caine da su merecido a dos repulsivos skinheads que increpan a joven negra en el metro.
El reparto se complementa con una estupenda Joanna Cassidy (la replicante bailarina de ‘Blade runner’) como agente rusa experta en artillería y artefactos explosivos, y que aquí ya es prácticamente una ‘mature’, pero con mucho morbo todavía; también aparecen Ned Beatty en un corto papel como improbable alto cargo del servicio secreto soviético, y Julian Glover, actor especializado en hacer de villano en toda saga cinematográfica rodada en Inglaterra (Star Wars, James bond, Indiana Jones …), dando vida a un mandamás tocapelotas del MI5. A cargo de la fotografía se encuentra Phil Méheux, colaborador habitual de Martin Campbell y, por tanto, también futuro participante de la saga Bond (‘Goldeneye’ y ‘Casino Royale’). El británico muestra aquí su elegancia y dominio de las composiciones en formato ancho, y recurre a algunas soluciones visuales bastante llamativas y originales, como la escena en la que Joanna Cassidy y Pierce Brosnan montan una bomba atómica, rodada con filtros difusores casi como si fuese una escena romántica o incluso erótica (de hecho, la escena tiene una innegable tensión sexual). En el apartado musical, tenemos una competente partitura del maestro argentino Lalo Schifrin, que apoya sutilmente la tensión creciente de la película.
En lo que a la ideología de la película se refiere, es verdad que desde el principio asistimos a la típica película del final de la Guerra Fría, donde, aparte de hacer la consabida crítica al régimen comunista, se atisba un cierto deseo de entendimiento mutuo con el ‘enemigo’, mostrando a ‘elementos duros y fanáticos’ del régimen soviético en contraposición a facciones más moderadas y dialogantes del mismo. Sin embargo, y para una relativa mayor honra del film, el lado británico no sale precisamente bien parado en esta película, pues son varios los momentos en los que se nos muestra que los servicios secretos británicos pueden llegar a comportarse de una manera tan fría y despiadada (aunque más ‘civilizada’, no olvidemos que esto sigue siendo un film inglés) como sus homólogos del otro lado del telón de acero. Idea que queda explícitamente remarcada en una absurda e innecesaria escena final, que traiciona el espíritu inquietante de los momentos anteriores en los que el lado oscuro británico sale a flote.
En resumidas cuentas, El Cuarto Protocolo se convierte en una intriga quizá un tanto convencional para la época, pero indudablemente bien escrita y estructurada, estupendamente rodada, y medianamente bien dirigida e interpretada. Con sus virtudes y sus defectos, El Cuarto Protocolo es una película infravalorada y semiolvidada, pero modélica como cinta comercial de suspense. Desde luego, hoy en día no se hacen muchas películas de género mucho mejores que ésta. Baste con ver los últimos acercamientos al suspense de dos maestros del cine: ni ‘Shutter island’ de Martin Scorsese, ni ‘El escritor’ de Roman Polanski, llegan al nivel de la película que nos ocupa, por muchos análisis sesudos sobre significantes y significados que queramos hacerles para justificar sus pretendidas virtudes.
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